lunes, 14 de mayo de 2007

BIENVENIDOS A "INDIELAND"

A INDIELAND...
“Como pueden oírme decir estas palabras y todavía no creerme”
The Smiths,
The boy with the thorn is his side, 1986

El adjetivo “independiente”, tan discutido como útil en el contexto de la música popular moderna, indica algunas de las características que cualquier clase de arte debería perseguir a toda costa: la autonomía, el rechazo al canon establecido, la libertad para construir nuevos marcos en los que desarrollar nuevas formas de expresión todavía desconocidas. Si existe un móvil detrás de lo que entendemos por “indie”, ese es el del inconformismo, la voluntad de hacer de la vivencia del arte algo más personal y puro que el tradicional círculo mercantil de la industria del ocio y la cultura: la fabricación y el posterior consumo de la obra acabada. Quizá no pueda competir en ventas o presencia en el mercado con otros sectores de la música, pero precisamente por eso el indie ha acabado siendo una actitud – reflejada por supuesto en tantos discos valiosos – extraordinariamente significativa por el día a día de tanta gente. Porque el pop independiente no promete solo una canción, un disco, un trámite estético que ciegue y distraiga: promete, de tú a tú, una vida mejor. No se hablará aquí ni de lujos ni de sofisticación – eso en este espacio carece de importancia – sino de intensidad, de emoción.
En contra del ideal romántico de vivir rápido, morir joven y dejar un cadáver precioso, el indie apuesta por la verdad, o por lo que su propia comunidad considera la verdad, que normalmente suele ser una alternativa más sincera a las maniobras estrictamente depredadoras del pop de consumo, generalmente creado para satisfacer más las necesidades del mercado que las del alma o el intelecto. No significa que en el indie se posicione conscientemente en contra del mainstream, sino que se presenta como una opción más sincera. Cuando a principios de la década de los noventa, y con la escena grunge como detonante, se empezó hablar de música alternativa (música que, por cierto, acabó suplantando al viejo orden en la cuadricula de la industria y, por tanto, acabó siendo alternativa a nada), la idea principal era esa: el ideal de una música capaz de dar puerta a escenas atrofiadas que ya nada podían aportar de nuevo al espíritu joven que normalmente debe acompañar a todo el que roce ligeramente la idea del rock.
Como diría en más de una ocasión, el indie es un estado mental, no un sonido particular o una actitud concreta. El mismo valor contracorriente puede tener un grupo de chicos blancos de clase media que graban para una multinacional como la más acérrimamente anticorporativa banda hardcore: la validez de una propuesta se mide exclusivamente en función de sus valores estéticos, de su significado puntual en un momento concreto, en un contexto histórico y cultural bien delimitado. Eso no quita, sin embargo, que por el simple placer de descubrir, dar apoyo a quien lo necesita y penetrar en las brumas de lo desconocido, nuestra simpatía nos lleve a estimar con especial cariño a bandas y artistas que se mueven en los márgenes, que aspiran a entrar en terrenos sonoros poco trillados, que quizá se resignan a ser conocidos por las minorías hasta que el contexto les arrastra hasta la superficie.Por eso, hay que ser subjetivo, pues hablaré de quien lo estime oportuno y de quien se supone que se tiene que hablar. O al menos no siempre. Un viaje a ciudades, personas y sonidos que, de alguna manera u otra, nos ha ayudado a tener una existencia mejor, un poco menos solitaria. Como suele decirse, esta es la banda sonora – bueno, parte de ella – de nuestras vidas.

1 comentario:

Karen California dijo...

Lo prometido es deuda y aqui me tienes. Me gusta mucho lo que escribes,gracias por instruirme sobre el mundo indie (jajaja) y por tus diseños sabes q estan fenomenales. Que tengas un buen dia, te mando un beso.Karen (Mexico)